La particular catábasis de Don Quijote
Dentro del espacio de ficción al que el juego manierista de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Macha nos somete, una de las cosas de las que no hay duda es de la voluntad de Don Quijote de ser un héroe. Y aunque, claro está, existen diferencias entre el héroe que aspira ser Don Quijote y el griego no se puede obviar que existen varias analogías.
El hidalgo pretende llegar a ser lo que no es por la vía de la mímesis. Si hace exactamente lo que hacen los héroes: ¿Qué distinción hay entre lo que realmente es – su identidad – y la identidad que se construye? La original o la intencionada: ¿cuál es la verdadera, o la más real? ¿Quién puede determinarlo?
Desde que Alonso Quijano “inventa” a Don Quijote, la identidad original da paso a la construida o, mejor dicho, a la que trata de construir a lo largo de la novela. Se impone, por lo tanto, actuar como un héroe. Y aquí es donde entra en juego la catábasis:
“Las estrictas normas de la caballería andante requerían del héroe un viaje a los países de donde nadie retorna (…), y para conseguir la gloria, el favor de su dama o ciertos fines ocultos de índole esotérica, debía de regresar definitivamente transformado, purificado”
Así lo explica Margarita Ramírez Montesinos en La bajada a los infiernos de Don Quijote. Pero no es posible zanjar la cuestión aludiendo solo a una imposición de las normas de la caballería andante: como se señala en este mismo ensayo existe una tradición literaria que se remonta a la catábasis griega que obliga a que el héroe, necesariamente para adquirir esa condición, baje a los infiernos.
Que Don Quijote recoge una tradición literaria es algo indudable y que puede demostrarse con palabras de la misma novela: el traductor de Cide Hamete Benengeli – un nodo en el entramado del juego manierista –, al advertirnos de que duda de la veracidad o la exactitud de lo acontecido en la Cueva de Montesinos, nos indica que Don Quijote “dijo que él la había inventado [esa historia], por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aventuras que había leído en sus historias”.
A Don Quijote, pues, no le queda más remedio que bajar. Es o eso o renunciar a ser un héroe. Lo marca la tradición. Pero es que, además, existen diversos y curiosos paralelismos entre cosas que acontecen en el episodio concreto de la Cueva de Montesinos y casos particulares de catábasis de héroes griegos.
A modo de ejemplo, algunas coincidencias advertidas por Ramírez Montesinos: Cuando Odiseo baja al Hades se encuentra con unas heroínas; Don Quijote contempla la aparición de una serie de mujeres que gimen y sollozan. Odiseo invoca a Hades y a Perséfone; Don Quijote a Dios y a Dulcinea.
Ni que decir tiene que el doble viaje de Don Quijote en sí es análogo al doble de Odiseo, en general. En particular, el viaje de vuelta, el de regreso a la patria, es un viaje de búsqueda de la identidad.
Como ya hemos apuntado anteriormente, Don Quijote no baja a la Cueva de Montesinos exactamente buscando su identidad. En todo caso, la bajada a la Cueva representaría un paso más en su proceso de construcción por mímesis de su identidad si no fuese porque está a medio camino entre esa voluntad de construcción y otro proceso: el de recuperación de la otra identidad, Alonso Quijano. Sólo la recuperará del todo (esto es, Alonso Quijano dejará de construir a Don Quijote) en vísperas de su agonía.
Ya en la Cueva el protagonista va siendo cada vez, pues, menos Quijote y más Quijano. Ya en la cueva no está loco – si es que alguna vez ha estado exactamente –, más bien, si acaso, se hace el loco.
Y si el héroe estaba dejando de construir su identidad de héroe, no había bajado en búsqueda de su identidad y presentaba todas estas anomalías en su faceta de héroe, es lógico pensar que su vuelta a la superficie sería también distinta a lo que la tradición literaria nos tiene acostumbrados. Sin duda lo fue. Lo aclara Juan Diego Vila en El infernal más allá femenino: una visión erótica debajo del faldellín de Dulcinea:
“Don Quijote, a diferencia de tantos protagonistas de catábasis, no sale imbuido de una renovación espiritual, de nuevos saberes o de certezas ineludibles.
El caballero debe volver a la superficie “porque se llegaba la hora donde me convenía salir de la sima” y porque, en definitiva, “sería en valde” que intentara algo en el más allá.”
Bibliografía
El infernal más allá femenino: Un visión erótica debajo del faldín de Dulcinea. Juan Diego Vila. REVISTA CHILENA DE LITERATURA. Noviembre 2005, Número 67, 149-160. Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas. “Dr. Amado Alonso”, Argentina.
En línea: <http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22952005000200010&script=sci_arttext>
La Bajada a los Infiernos de Don Quijote. Margarita Ramírez Montesinos. El fantasma de la glorieta. Revista de literatura. EN línea: http://www.elfantasmadelaglorieta.com/fantasmaglorieta/pagina_nueva_285.htm.